Y ahora eran tal para cual, eran
dos personas en una, y una persona en dos, el paseante disfrutaba con cada
segundo que caminaba a solas, con la única compañía que la de su música. Cada paso
lo improvisaba, no sabía su destino, pero aquello no le atemorizaba. Su cuerpo
estaba preparado para todo, todas las cicatrices estaban en su cuerpo, todos
los recuerdos contenían esas heridas. Nada le asustaba, dejaba señales de humo
y fuego por si el camino se hacía difícil de proseguir.
¿Dónde llegar? ¿Cuál era
el límite de su fuerza interior? ,
tiritaba, en sus manos el fuego de la sabiduría seguía fluyendo.
Ahora volvía a
recordarlo todo, todos los recuerdos se amontonaban en una espiral de añoranza,
estaba sangrando, el agua caliente de la ducha volvió a abrir las heridas…
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