lunes, 20 de mayo de 2013

Primera parte

       El viaje sin rumbo estaba siendo agotador. Desde su asiento podía observar el paisaje de los prados, algún viejo caserón y un par de caballos salvajes pastando, los cuales lucían sus crines con la ultima luz del día.
   
       El sueño y el cansancio empezó  a apoderarse de su cuerpo y mente, hasta que aquel viajero del asiento 17 vagón 6 se sumió en un profundo sueño. Cuando despertó se encontraba en la cueva de su abuelo, por alguna extraña razón en la cueva solo había un candil que alumbraba las 10 tinajas de vino.
Le gustaba la humedad y el olor que aun conservaba la cueva. Sabía toda la historia que allí se albergaba y por suerte alguna de esas tinajas aun tenían vino.
   
      No sabía que hacia en la cueva, pero sabia donde mirar. La pequeña barrica alejada del resto albergaba un liquido purpura plateado que burbujeaba desprendiendo aromas de dulzura. No se trataba de vino, sino de una esencia que misteriosamente se había formado, su textura era pegajosa y estaba fría.

     Sin dudarlo ni un instante se introdujo de pies a cabeza, viendo antes del último parpadeo la silueta de su abuelo llevándose el candil.

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