La noche empezaba a caer, y los últimos rayos de la tarde comenzaban a desaparecer en el horizonte. Steve estaba acabando ya sus deberes; esta noche de verano el telediario había anunciado que tendría lugar la mayor lluvia de estrellas de la temporada veraniega. Sin pensárselo dos veces ya tenia el lugar decidido, solo faltaba montarse en su bici y por el camino pensar el deseo. Sería una tarde-noche maravillosa sin agobios ni pensamientos negativos, sin distracciones a su verdadero objetivo. Pedaleaba incansablemente, cruzó un pequeño riachuelo, pasó al lado de los viejos nogales, bajó por la pista que llevaba a la casa de los pastores, y por último giró a la derecha para llegar al campo sembrado de su padre. No todo había salido como el pensaba, en parte su deseo ya se había cumplido, ella lo esperaba allí...
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